Fabián Triskier: “Hay que estar atentos a los cambios importantes de estados de ánimo"
- Ariel Falcini
- 3 ago 2023
- 6 Min. de lectura
El médico psiquiatra Fabián Triskier (MN 75.680) es especialista en salud mental adolescente y es uno de los referentes de INECO, el Instituto de Neurología Cognitiva. En esta entrevista, nos habla acerca de la importancia de detectar problemas en ese momento de desarrollo y nos brinda consejos para ayudar a los adolescentes y no estigmatizar las soluciones médicas.

Hace un tiempo, en una nota que escribió en el diario Clarín, usted afirmó que el 50% de los trastornos mentales aparecen en la adolescencia y que el porcentaje se eleva a 75 si se extiende esa etapa hasta los 25 años. ¿A qué se debe ese número que, a priori, puede decirse que es muy alto?
Esas cifras están sostenidas por una serie de investigaciones que se hicieron a nivel internacional y hay varias hipótesis al respecto. Lo cierto es que hoy sabemos que el cerebro sufre una serie de modificaciones estructurales y funcionales durante la adolescencia. Quizá, hace 20 años, pensábamos que los cambios más importantes se daban en los primeros años de vida, pero hoy sabemos que a partir de la pubertad hay una serie de cambios en la funcionalidad de las conexiones cerebrales. Es un cerebro que está abierto a una nueva vida por venir, pero que está expuesto a diferentes tipos de agresiones, o noxas, que pueden generar alguna alteración que se torne definitiva.
¿Cuáles son las agresiones más habituales a las que está expuesto el cerebro?
Las noxas pueden ser de tipo biológico, como por ejemplo el consumo de ciertas sustancias. Hoy tenemos suficiente evidencia para decir que no todos, pero sí una parte de los adolescentes tiene una particular vulnerabilidad frente al consumo sostenido y en grandes cantidades de cannabis, lo que podría generar alteraciones en ese proceso de cambio. Y también hay noxas que pueden ser sociales, como las consecuencias del abuso sexual durante la adolescencia o de otras situaciones como son el acoso y el bullying.
Depresión, ansiedad y ataques de pánico, ¿son las patologías más habituales en los jóvenes?
Sí. En realidad, hay ciertas patologías que podrían comenzar antes, pero claramente predomina su inicio o predomina su inicio con ciertas características durante la adolescencia. Entre ellas, los síntomas de ansiedad en sus más variadas expresiones y los episodios depresivos o la sintomatología depresiva. A su vez, las cifras marcan una distribución muy desigual: los casos de depresión en las chicas son más del doble que en los varones. Por supuesto, hay otras patologías menos frecuentes como los desórdenes alimentarios, principalmente en las mujeres, y los trastornos psicóticos como la esquizofrenia, que comienzan claramente en esta etapa de la vida, aun cuando podrían estar presentes desde la infancia.
En algunos casos, además, algunas de estas patologías aparecen de manera combinada…
Es lo que en psiquiatría llamamos comorbilidad. Y sí, la coincidencia, por ejemplo, entre sintomatología depresiva y ansiosa es bastante frecuente.
¿Esto ocurría antes y no le prestábamos la suficiente atención?
Siempre ocurrió o, por lo menos, desde que tenemos noción de su registro en la psiquiatría. Tal vez se lo llamaba de diferentes maneras. Ahora bien, esto no quiere decir que suceda con la misma frecuencia o que se den de la misma forma en todos los lugares del mundo. Hay ciertas patologías en las que el contexto, el ambiente, tiene una importancia mayor. En los primeros momentos de la pandemia, en INECO hicimos una serie de investigaciones y, cuando esperábamos encontrar que la afectación fuera más importante en personas mayores, porque justamente eran más vulnerables, encontramos que quienes estaban sufriendo mayoritariamente las consecuencias del aislamiento eran los más jóvenes. Y esto no fue solo en La Argentina, los estudios internacionales coincidían. De todas formas, algunos fenómenos que tienen que ver con el malestar psíquico, como son los síntomas depresivos, los síntomas de ansiedad, las conductas autolesivas, que pueden tener o no tener una intencionalidad suicida, se venían incrementando en la población joven, fundamentalmente en las chicas, desde bastante antes de la pandemia. Obviamente, que la crisis del Covid-19 lo potenció muchísimo.
¿Tienen incidencia en estas patologías los videojuegos?
Los videojuegos tienen la biblioteca dividida. No hay una evidencia importante para decir que la tengan claramente, con excepción de aquellos chicos que tienen un consumo patológico o problemático, por ejemplo, los que no paran de jugar o que lo convierten en su actividad central. Sobre todo, por las consecuencias secundarias: no hacen actividad física, no duermen o no lo hacen adecuadamente, y comen mal y rápido para poder seguir jugando. Pero en lo que tiene que ver con el efecto directo del contenido, las investigaciones dicen que los juegos tienen un potencial de desarrollo de ciertas habilidades cognitivas que son bastante interesantes para pensar desde el ámbito educativo.
¿Ocurre lo mismo con las redes sociales?
Hay toda una discusión sobre sus consumos. Hay algunos autores, principalmente americanos, que marcan cierta coincidencia temporal entre la emergencia de las redes sociales, la utilización de teléfonos celulares y el incremento de estas patologías que mencionamos. Esto se da más en las chicas y en el estar constantemente atentas a las actividades que otras hacen y ellas no, a los estereotipos, a las imágenes corporales, etc. Contrariamente, hay otros estudios bastante importantes del Reino Unido que dicen que no alcanza este efecto para explicar el fenómeno. Incluso tomando en cuenta al ciberbullying, aun cuando las redes sociales pudieran generar malestar psíquico, no llegan a tener un estatuto suficiente como para pensarlas como las causantes de esa situación.
Como padres, ¿a qué signos tenemos que estar muy atentos?
Los cambios de humor son para atender. También toda situación que marque un cambio importante en la forma de expresarse, de vincularse y, especialmente, los estados ánimo deprimidos, la tristeza, la irritabilidad que puede ser un equivalente, los cambios en la conducta alimentaria y en el ritmo de sueño, y el aislamiento de pares. Por supuesto, la aparición de autolesiones como cortes, quemaduras y rasguños, aun cuando no tengan una intencionalidad letal, son una señal de alarma y motivo de consulta. Y ni que habar si lo que aparecen son menciones o ideaciones respecto de quitarse la vida o dejar de vivir.
Muchas veces, aceptamos fácilmente el tratamiento psicológico de nuestros hijos, pero tenemos resistencia a la consulta psiquiátrica. Más aún si el profesional indica que hay que medicar. ¿Esto es algo habitual?
Los psiquiatras no tenemos muy buena prensa. El cine no nos ha hecho mucho favor en general y nos representa feos, malos y que hacemos cosas terribles con la gente (risas). Hablando en serio, en La Argentina, por lo menos en algunas ciudades y en ciertos circuitos socioeconómicos, por la influencia del psicoanálisis, el hecho de ir a terapia es una actividad más que uno hace habitualmente y que hasta es esperable. Sin embargo, la psiquiatría sigue teniendo un nivel de estigmatización que es importante desterrar y la psicofarmacología, a veces, tiene un lugar relevante en el alivio de los síntomas, que no excluye para nada un tratamiento psicoterapéutico. Se trata de un uso racional de los fármacos, con los cuidados adecuados y contemplando el proceso de desarrollo. La verdad que hoy, el hecho de que diferentes personalidades con mucha visibilidad puedan hablar más abiertamente de los padecimientos que tuvieron en la adolescencia y de sus tratamientos ayuda muchísimo en este sentido.
Uno como papá dice: “si lo medican a mi hijo es porque el caso es grave”. ¿Es correcto pensar de esta manera? ¿O no necesariamente debe hacerse esa relación directa y tan simple?
Hay patologías que son más complejas que otras, hay patologías que van a tener impacto en el futuro de la vida. Me parece que hay que pensar cuál es el nivel de sufrimiento que está teniendo la persona y cuál es el impacto funcional que esa sintomatología le está produciendo.
¿Y cuándo es necesario medicar?
Cuando ese nivel de sufrimiento genera que la persona altere muchísimo la posibilidad de realizar su vida normal, de poder ir a la escuela, de estudiar, de poder vincularse con sus amigos y eso puede tener una resolución más o menos rápida. También hay una visión equivocada de atribuir a la medicación una condición de resolución mágica. No es así, no es inmediata en la mayoría de los casos. Pero si yo puedo lograr que, en un tiempo más o menos razonable, la persona pueda recuperar sus actividades, sentir que puede recuperar hasta cierta autonomía, seguramente también va a poder trabajar a otro nivel en su psicoterapia y eso se incrementará simplemente por el ida y vuelta en su vida social. Entonces, hay que bajar el nivel de estigmatización que tienen algunas patologías y que tienen algunos tratamientos en nuestro país. Es verdad que, en otros países, de acuerdo a las estadísticas serias, hay hipermedicalización. Pero, desde mi óptica, aquí estamos muy lejos de que eso suceda. Y mucho más con la población infanto-juvenil.
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